Salí de la estación, el tren partió y llego a mi la música de los violinistas desde el subterráneo, tocaban una de esas tonadas inspiradoras que tan solo la melancolía del violín sabe expresar.
Y eché a volar la imaginación mientras recorría mi ruta preferida: el camino a casa; vi la casa misteriosa de los Audi, la constructora con sus molestosos trabajadores y la esquina del reproche; inevitablemente esa frase se me vino a la cabeza: "Saludame como corresponde", "despídete como corresponde".
Y me detuve a pensar en que habría pasado si me hubiese atrevido a amar "como corresponde"... avancé, cerré los ojos y deje que el paso de los autos ante mi liberaran mis pensamientos, uno tras otro, anónimo. Cada cual en su historia y su mundo.
Un hombre hablaba en la radio de la vocación, de las cosas que la vida nos depara y lo que creemos mejor para nosotros.
Me quede detenida en medio de las dos pistas sintiendo la adrenalina de ese momento y lo que acababa de descubrir: estoy viviendo los mejores años de mi vida, están aquí y ahora. 
No importa cuanto me esmere en el futuro, igual llegará y será lo que tenga que ser; no importa cuanto mire hacia atrás, jamas volveré a vivir aquellos mágicos momentos, ni por todo el oro del mundo, no importa cuantas vueltas le de al pasado o cuanto planee el futuro, siempre me mantendré en el presente y eso, solamente eso, es lo que me debe quitar el sueño: el ahora, es cuando.

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