Hay momentos en los que te detienes y te dedicas a observar, a ver tu vida, a ver tu entorno, a mirar al cielo, a mirar al suelo... y entiendes que todo cambia, pero que ni un cambio es para siempre.
El hombre que te hizo perder la cabeza, la puede perder hoy por ti, pero si eso no es lo que quieres ya no tendrá ni un sentido... el Merlot de la otra noche habría sido mas dulce hace un año atrás, pero ya el tiempo ha pasado, por ti ya he sangrado, por ti ya he llorado, tu sonrisa no me devolverá la confianza en esos ojos de cielo, aunque me confunden y me iluminan a ratos, mi corazón ya tiene dueño aunque intentes recuperar terreno...

Pueden estar todos a mis pies, observando cada paso... pero el único cuerpo que necesito está dándome la espalda y me aferro a ella, abrazo tu espalda al dormir, me aferro a ella como una niña. En ocasiones cambiamos, te doy la espalda y espero tu abrazo... te aferras a la mía, juegos tortuosos, dame lo que te pido ahora o no lo recibiré si ha pasado el momento. Cada cosa tiene su tiempo, cada historia tiene su momento, cada corazón tiene su tormento.

Yo ya tengo mi tormento: ojos taciturnos, boquita taimada, recuerdo de una noche de valentías, mi trofeo, mi esfuerzo, comida, risas, llantos y borracheras, sudor, escándalo, ternura, corazas... Un niño que le ha tocado ser hombre, un hombre que sabe y disfruta con esta niña: me derrite, me atormenta, me desespera, me despierta, me hace correr, me hace reír, me hace sufrir, pero al final del día, cuando se apagan las luces, se que está aquí, se que es mío y que es difícil que se vaya hacia algún lado.

Ya estamos aquí, ya no hay vuelta atrás, casi tres meses... sigamos caminando

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